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Raquel Bueno

Nacida en el año 1979 en el dormitorio de la casa de su abuela, en el barrio de Los Feliz de Los Ángeles, Alex Prager tuvo una educación que carecía de muchas reglas y estructura. Con apenas catorce años, la artista estadounidense pasó un verano a solas en Suiza, donde trabajó en una tienda de cuchillos, y a los dieciséis años ya había abandonado la escuela. F: Welcome Home (2019), de Alex Prager

Prager es capaz de hacernos pensar que en cualquier momento llegará el desastre. Los coches se hunden en el agua mientras hogares arden en llamas. Y aparece el arte

A los veintiún años, mientras vivía en la ciudad de las estrellas, fue a ver una exposición de fotografías de William Eggleston en el J. Paul Getty Museum, y sintió, tal y como relataba hace un par de días al New Yorker, “que se había quedado ciega por una visión y que ese era el camino que iba a tomar durante el resto de su vida”. Días más tarde, se compró una cámara Nikon N90 y dió el pistoletazo de salida a su carrera. 

Con su trabajo fue estableciendo una estética particular inspirada en California, fotografiando a sus amigos vistiendo vestidos cortos y trajes de poliéster, con el cabello desaliñado y el pintalabios corrido por la cara. Bajo un sol abrasador, Prager es capaz de hacernos pensar que en cualquier momento llegará el desastre. Los coches se hunden en el agua mientras hogares arden en llamas. Y aparece el arte. 

Más tarde, la fotógrafa empezó a incorporar como recurso en su trabajo a las multitudes humanas, construyendo un relato onírico en el que tienen lugar intrincadas reuniones de cinéfilos, viajeros y demás. De esa forma, Alex Prager inventa, en palabras de la prestigiosa revista neoyorquina, una lengua vernácula de la ciudad de Los Ángeles que nos transmite a un pasado libre de las limitaciones de la precisión histórica. Una nostalgia que se deshace en la boca casi sin pensar.