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Ariana Díaz Celma

Cada vez que desaparece un clásico se nos rompe el alma. Es por ello que aplaudimos la recuperación del Reñé, una antigua confitería-bombonería situada en un local de corte modernista -de hecho su fachada es patrimonio de la ciudad- y reconvertida en restaurante que abre con una carta muy mediterránea repleta de producto local y con tintes de bistrot.

En los fogones del novísimo Reñé encontramos a Moisés Ibarra -Hoffman, Alan Ducasse-, que ha sabido sintetizar en la carta platos de cocina mediterránea de corte clásico aunque con un punto actual. Como era de esperar, los productos de la carta son de kilómetro cero y temporada, y se entremezclan con gracia y acierto para crear platos pensados para compartir en su mayoría. Podemos encontrar recetas como la ensalada tibia de ventresca de atún con escarola frisée, los corazones de alcachofa salteados en tomate seco Rinadi, el steak tartar -cómo nos gusta, por favor-, sus particulares patatas bravas o los canelones crujientes de pollo con bechamel de foie. También hay que tener en cuenta los dados de solomillo con cebollitas glaseadas al vino rancio o los arroces -especial mención al de bogabante-. Si te gusta el pescado, aplaudirás sólo entrar en el restaurante, pues ahí es donde puedes ahí se sitúa una vitrina con el material fresco recién traído de la lonja. Si nos ponemos a hablar de postres, es imprescindible mencionar su surtido de tartas caseras haciendo especial hincapié en la sacher, así como la crème brulée. Tampoco faltan los macaroons, que nos recuerdan el punto afrancesado del local. Todo por alrededor de 25/30 euros, que se pueden disparar si te regalas con su carta de vinos, muchos de los cuales sirven de decoración en sus vitrinas.

Carlos Martínez ha sido el encargado de poner en orden el interiorismo del nuevo Reñé y ha decidido mantener las grandes vitrinas originales y la madera trabajada del interior, así como el mármol de la gran barra principal y el techo artesonado. Habría sido una barbaridad no respetar el aire elegante de este local centenario, aunque también lo habría sido no tocarlo ni pizca. Tal y como sucede con la carta, los toques actuales se cuelan en la decoración base del lugar sin casi darnos cuenta.

En verano, puedes sentarte en su terraza y hacer un tête a tête con la increíble fachada del espacio. Además, el servicio de cocina es ininterrumpido.

Detalles




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