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Bru Romero

De la misma manera en que hemos visto cómo las tendencias gastronómicas se han dividido entre el fervor por el sushi, las croquetas de muy diverso contenido, los boles de poké, los cortes de carne que hacen enmudecer con tan solo hendir el tenedor pero, y qué decir de esas queserías que más allá del Manchego, la Torta del Casar, el Idiazábal, el Cabrales, el Mahón o el Majorero son una maravillosa fantasía de quesos para los amantes a tan típico y tradicional alimento. ¿Por qué no quedamos en Quesería Cultivo?

Localizada en Conde Duque (aunque también tienen otro local en Carrera de San Francisco, 14), Quesería Cultivo se ha encargado de revolucionar el mundo queso en su más sabrosa expresión. Y es que lo suyo no es una quesería al uso sino el sueño hecho realidad de Rubén Valvuena (de la quesería artesanal Granja Cantagrullas en Valladolid), Álvaro Carral y Maria Eugenia Martínez (de la quesería cántabra La Jarradilla) y la de Juan Carlos Hernández (de la tienda Los Quesos de Juan en Medina del Campo), tres familias que decidieron unir fuerzas y abrir al público las puertas a todo un mundo de variedades, mezclas, recetas caseras y nuevas creaciones. Quesos para todo gusto y condición, para paladares exquisitos u otros menos entrenados.

¿Nuestra recomendación en Quesería Cultivo? Que te dejes llevar por el aroma, la minimalista sobriedad de sus instalaciones y el buen servicio de sus dependientes. Toda una experiencia irrepetible. ¡Ah! Y también imparten clases y celebran catas

Una buena tribu de piezas creadas, la mayoría, por pequeños empresarios patrios con los que han echado lazos, conocen e incluso, en ocasiones, han trabajado en ricas colaboraciones. Y tampoco se olvidan de los internacionales, pues un 10% de su carta pertenece a elaboraciones fueras de nuestras fronteras. De lácticas, pastas blandas, cocidas o prensadas a quesos azules y cortezas lavadas para terminar entre tostas. Un delirio absoluto.

Una oportunidad de pasearse de entre sus estanterías y llevarte un pedazo de allí y otro de allá, mientras haces tiempo para asistir a cualquiera de sus clases, catas, maridajes y talleres que no solo te convertirán en todo un experto en estas lides queseras sino que te harán valorar (si no lo haces ya) este producto de nuestra propia idiosincrasia para comer solo o acompañado, para disfrutar de sus matices y para dejar la mente volar junto con una buena copa de vino. ¿Puede existir algo más placentero?

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