By
Bru Romero

¡Qué nos gusta una inauguración! ¡Cuánto disfrutamos con apuntar un nuevo hotspot en nuestra agenda de lugares favoritos donde darnos a la comida y bebida sin reparos! En Pólvora todas nuestras ilusiones se cumplen y es que pasar por allí y disfrutar de lo bueno que tienen que ofrecer es toda una experiencia en sí misma. Una aventura a través del sabor, sabor y más sabor. ¿Has empezado a babear? Vas por el buen camino.

El barrio de Salamanca se sigue afianzando como centro neurálgico del buen comer madrileño con la apertura de Pólvora, segundo proyecto en la capital del grupo Vespok 360 (al que ya conocerás por el Rincón de Vespok en Puerta de Hierro), un local sin etiquetas y mucho menos complejos donde el verdadero éxito y aportación a lo que ya hay lo ofrecen sus múltiples especialidades en carta y lo agradece nuestro paladar.

Un restaurante diseñado para epatar, si atendemos a su decoración de lo más classy-classy a cargo del estudio Sayans Bengoa, pero que no se quedan en los terciopelos, juegos de luces y lámparas de cristal de lo más teatral, añadiendo un algo más que, en esta ocasión, se trata de un algo más mayúsculo, siendo su oferta gastronómica la verdadera roca dura de Chipiona a la que agarrarse para no separarse jamás.

El chef Gonzalo Sainz se encarga, con su gran talento y experiencia (Dstage), de ganarse a un público cansado de lo de siempre

Una carta ejecutada por el chef Gonzalo Sainz que nos hace volver a lo básico, a la esencia más pura que no debíamos haber olvidado y a esa riqueza absoluta que tenemos en nuestro país para dar de comer a un comensal al que se le devuelve toda su herencia culinaria en un par de bocados. Cocina fusión con España por bandera que a través de una expedición por sus croquetas de guiso y cigala, sam de atún picante, brioche de sopa de cebolla y anguila, ensaladilla y softshellcrab en tempura, tartar de solomillo ibérico, ensalada de ajo blanco y ortiguilla, corvina en adobo, humus de alcachofa y chipirón, picaña de vaca madurada, noodles con txangurro thai, arroz mar y montaña, castañeta de wagyu y aligot, dorada con puerro asado y meuniére de hinojo o torrija/croissant, alfajores y tarta de quesos ahumados para completar el círculo y redescubrirnos un mundo paralelo, que creíamos olvidado, de texturas que hacen nuestras delicias sin más afán de que nos levantemos contentos.

Un lugar donde se come bien, se paga de manera ajustada y no quiere fidelizarte porque sí, sino ganarte con una propuesta única en la capital que no te crea falsas expectativas y a la que es muy complicado resistirse. Una pólvora que explota en boca con todos los matices posibles y por la que nos hacemos sadomasoquistas si hace falta.

Detalles