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Bru Romero

Hay locales y locales, y luego están aquellos restaurantes con tanto encanto que te quieres quedar a vivir en ellos. Y es que, en un momento en el que parece ser que la estética es lo que más prima a la hora de elegir el local en cuestión, Patio de Leones se convierte en el niño bonito del barrio y en el lugar en el que deberías reservar a no mucho tardar. ¿Por qué? Sigue leyendo. F: Cortesía de Patio de Leones

El número 1 de la calle Serrano es, sin duda, el place to be de la temporada. Una taberna como las de siempre (tras la que encontramos a Jorge Llovet, creador de Ramsés) que se reinventa hasta el punto de que nos resulta casi futurista; sin perder esa esencia tan de barrio, tan castiza que siempre se apunta el tanto.

Si te gustan las cosas diferentes y estás harto de que te vendan siempre lo mismo, es aconsejable que abraces el espíritu neocañí de Patio de Leones. Te dejará huella

Un Patio de Leones que se convierte en el bar de la plaza de la Independencia (como ya algunos lo conocen) y en una de nuestras coordenadas favoritas si preferimos lo genuino entre tanta copia; lo canalla y cósmico entre tantos locales que carecen de personalidad alguna. Un restaurante para los fervientes admiradores de una caña bien tirada, un tapeo como Dios manda o de todo aquello que puedas hacer en horario ininterrumpido.

Un punto de encuentro desde primera hora de la mañana a última de la noche en el que lo mismo te tomas unos churros con chocolate, un vermú o unas gildas de piperras como unas anchoas traídas desde Santander, una cecina veteada de vaca de León, unas bravas con mahonesa verde, unos mejillones tigre, una tortilla de patata cuajada en el momento, una ensaladilla rusa de lo más especial, un poco de panceta o carrillera al palo cortado y unas albóndigas de ternera, pulpo a la gallega con su pimentón y un arroz con pollo de corral y judías verdes con los que se completa el círculo y se da las gracias porque aún sigan existiendo sitios como este. ¡Y por muchos años más!

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