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Bru Romero

Dice el dicho que cuando Dios cierra una puerta, siempre abre una ventana. Con el cierre de La Panamericana, Oceanika se convierte en la mejor ventana que un buen restaurante puede dejar tras de sí. Y es que solo hace falta zambullirse en su cocina para confirmar todo lo anterior. ¿Vienes?

Situado a medio camino entre los barrios de Tetuán y Chamberí, el restaurante Oceanika llega a nuestra agenda de locales más que necesarios por su propuesta de cocina latina, así como un divertido interés por el trampantojo como giro foodie. Un negocio regentado por la chef Filomena Grudeski y el jefe de sala Carlos Pérez (equipo de La Panamericana) que ya avisan que allí “todo se hace mal, todo se hace del revés”, lo que mantiene al comensal despierto ante cualquier barrabasada gastronómica.

¿Palomitas para aprovechar la salsa de un tiradito de oldfish? ¡Sí, es posible!

Un divertimento en cocina que se hace patente en la sala del Oceanika donde la luz acompaña a cada plato y las maderas encuadran a la perfección cada una de las materias primas que pasan sobre la mesa.

Entrantes como la cafetera desestructurada que no es otra cosa que un caldo de pescado y marisco; los churros con chocolate que en realidad son falsos churros de harina de maíz con judías negras o unos falsos niguiris de arroz con leche que en su menú degustación hacen desconfiar al personal son solo algunos de los momentos más locos de un menú donde quedamos entregados a su tempura de verduras, temaki a la mejicana, ceviches y tiraditos de corvina o salmón (entre otros) o sus deliciosos cucuruchos de cochinita y ají gallina que nos conducen a una selección de postres sin igual.

Si pretendes alargar la sobremesa, no te será muy complicado pues su pisco sour, michelada Oceanika, margarita o un cuba libre preparado en masa harán que las digestiones se aligeren y las comidas o cenas se alarguen hasta que haga falta. ¡Disfruten!

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