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Ariana Díaz Celma

Marc Monzó (Barcelona, 1973) trabaja con meticulosidad su personal joyería de autor en su pequeño taller de Poblenou, casi tan minúsculo como las piezas que crea, todas inflluenciadas por su inconfesable pasión por las miniaturas. Su obra se describe a menudo como clara e inteligente, aunque sin perder su esencia poética, elegante y juguetona. Este año, además, se despide con buenas noticias, puesto que le han dado el premio Françoise van der Bosch 2016, todo un logro no falto de méritos por parte del artista catalán. En Good2b le hemos entrevistado. 

Marc Monzó acaba de ganar el premio Françoise van der Bosch 2016

Te acaban de dar el prestigioso Premio Françoise van der Bosch 2016, uno de los más prestigiosos del mundo. ¿Cómo se recibe una noticia así desde Barcelona, donde la disciplina no es muy reconocida?

Con sorpresa y ilusionado. Algunos de los joyeros que admiro lo han recibido..

Para los que no tengamos muy claro lo importante que puede llegar a ser el Françoise van der Bosch, cuéntanos un poco más de su historia…

Françoise van der Bosch fue una joyera muy buena. Cuando murió a muy temprana edad, su familia creó una fundación que, hasta día de hoy, da un premio anual para ayudar a difundir la obra de artistas y dar soporte a joyeros comprando obra de nuevos talentos. Si ganas el premio te dan, por un lado, una cantidad económica y, por el otro, compran obra tuya, que exponen en el Museo de arte moderno Stedelijk de Amsterdam. Además, la fundación organiza una exposición retrospectiva del artista en un museo holandés, que va cambiando -la última premiada fue al Coda, por ejemplo- y que después viaja a tu ciudad. Así pues, en 2016 su obra se expondrá en Holanda y después viajará a Barcelona.

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Es curioso que tu obra apenas tiene presencia en Barcelona, la ciudad en la que se crea…

Hay una pieza en el Museo de Artes Decorativas.

«Mi trabajo ha encajado bien en el mercado japonés y en el del norte de Europa, pero ha sido de forma no programada»

No obstante, sí se ha valorado mucho fuera de tus fronteras. Holanda te da un premio internacional, organizas exposiciones en galerías de Berlin y en Japón hace años que reclaman tu obra con asiduidad. ¿A qué crees que se debe?

Mi trabajo ha encajado bien en el mercado japonés y en el del norte de Europa, pero ha sido de forma no programada. Estos mercados tienen una cultura muy fuerte y viven las artes decorativas con mucha pasión. Los países en los que mi obra está más valorada tienen más estudios y carreras relacionados con las artes decorativas. Imagino que debido a mi lenguaje o por los escenarios que se dan en ciertas partes de la geografía, he trabajado con más facilidad fuera que aquí.

Y a pesar de este éxito internacional, siempre defiendes que tu obra está muy vinculada e influenciada a la cultura catalana…

En mi trabajo se pueden ver referencias a la síntesis, muy presente en algunas vanguardias de la cultura catalana. Ejemplos claros son la música de Frederic Mompou, la obra de Joan Miró o la arquitectura de Josep Lluís Sert.

«En mi trabajo se pueden ver referencias a la síntesis, muy presente en algunas vanguardias de la cultura catalana, con exponentes como Frederic Mompou, Joan Miró o Josep Lluís Sert»

¿Hay algo más que te haya influenciado desde pequeño?

Mi abuelo Ramón y los viajes que hice de niño a África con mis padres.

¿Cómo decides que un día quieres ser joyero? ¿Es algo que desde pequeño uno tiene claro?

Un poco por casualidad. Siempre me ha gustado la escala pequeña y desde niño me he sentido muy atraído por objetos minúsculos. Más tarde, a los 19 años, fui a la Escuela Massana de Bellas Artes, vi las mesas de los joyeros y pensé que me gustaría trabajar ahí porque todo era pequeño. De hecho, al principio me dedicaba a hacer objetos en miniatura, no joyas, porque pensaba que la disciplina tenía demasiadas limitaciones.

¿Qué o quién te hizo descubrir que no era así?

Un día fui a una exposición de Karl Fritsch que cambió mi visión y me di cuenta de que uno podía hacer lo que quería en joyería. Así que de repente me hice joyero.

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Este 2016 también se te ha nombrado director creativo de la firma de joyería Misui. Imaginamos que trabajar para una marca puede alterar el proceso creativo al que estás acostumbrado. Dinos, ¿cómo se trabaja en otro marco y qué crees que aportas a la firma?

Unión Suiza, que está detrás del proyecto, cumplía 175 años y veía la necesidad de volver a sus orígenes joyeros. Joan Gomis, su director, contactó conmigo y, aunque al principio no lo veía muy claro, pero poco a poco el proyecto cogió un carácter y dirección que me gustaban. Podemos decir que fue un mini reto en todos los sentidos porque Unión Suiza es una propiedad, así que el trabajo tenía que definirla, pero también debía conseguir que la obra fuera independiente.

«Siempre me ha gustado la escala pequeña y desde niño he sentido atracción por objetos minúsculos»

Incluso hicisteis una aclamada pieza para la lucha contra el cáncer…

Fue un reto porque tenía que ser una pieza algo más popular por el concepto y función, pero debía comunicar los valores de Misui.

Volviendo al tema de las tendencias, tus obras no entienden de temporadas. ¿Vas en contra de la misma?

No voy en contra de la tendencia, simplemente no sé hacerla. Las piezas van saliendo a su ritmo.

«A veces tienes una idea y buscas los materiales y a veces los materiales te llevan a una idea»

¿Qué tienes entre manos para el año que está a punto de empezar?

En primavera tengo una exposición en una galería de Tokio y en 2017 otra individual en Melbourne.

¿Cómo acostumbra a ser el proceso de creación?

A veces tienes una idea y buscas los materiales y a veces los materiales te llevan a una idea.

Tus hotspots favoritos son…

Collserola para dar paseos en bici y el restaurante Una Mica de Japó (C/Aragón, 104).

Prohibirías…

No sé si la prohibiría, pero me inquieta mucho la Sagrada Familia y todo lo que hay a su alrededor.

Nunca pensabas que terminarías…

Haciendo joyería.

No puedes parar de escuchar en modo repeat…

Para ti ser Good2b es…

Estar en paz.

Photos © Cecilia Díaz Betz