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La exposición Irving Penn: Paintings aglutina en la Pace MacGill Gallery de Nueva York, desde el 13 de septiembre al 13 de octubre, las pinturas más líricas del famoso fotógrafo. Una faceta poco conocida ya que él mismo lo mantenía como una actividad lenta y privada que raramente mostraba. Aproximadamente una selección de 30 obras realizadas entre finales de la década de 1980 y principios de la de 2000 forman la muestra de las pinturas de Penn.

Penn se liberó cada vez más en su búsqueda de expresar gesto, línea, forma y dimensión a través de una delicada mezcla de medios mixtos

Para llegar a la historia de esta exposición es preciso hacer un resumen y volver a otro septiembre, el de 1984, cuando se encontraba preparando su primera gran retrospectiva para el MoMA, en la que examinó todo el volumen de trabajo y para la que realizó impresiones que nunca antes había hecho. Fue ahí, cuando profundizó en sus archivos y redescubrió sus primeras obras en papel realizadas entre 1939 y 1942 cuando trabajaba como ilustrador para Harper’s Bazaar; trabajo que  le permitió comprarse su primera cámara. Fue a partir de ahí cuando decidió recuperar lápices y pinceles y conectó de nuevo con esta dimensión creativa.

Inspirándose en las principales figuras artísticas del siglo XX, como Matisse, Giorgio Morandi y Fernand Léger, las obras abstractas de Penn comparten cualidades de carácter y técnica con la fotografía, a la vez que ofrecen una capa de textura que la película no consigue. En sus últimos años, Penn se liberó cada vez más en su búsqueda de expresar gesto, línea, forma y dimensión a través de una delicada mezcla de medios mixtos.
En su autobiografía, Penn revela: «Satisfecho con la nueva libertad, encontré dentro de mí formas acumuladas, disfruté del color arbitrario, el toque del pincel, el flujo del pigmento, la lentitud y la privacidad».