By

Inspirados por la filosofía del vaisnava y un antiguo sistema de medicina india, el ayurveda (ciencia del buen vivir), Alberto y Roberto comenzaron su andadura hostelera con una empresa de cátering de trascendental food. Tiempo después, nació Gauranga, un pequeño templo para los sentidos.

Prometí puntualidad británica, pero este viernes a mediodía estoy llegando tarde a mi cita en la calle Angosta de los Mancebos, número 6, a pocos metros del puente de la Calle Bailén.

– ¿Eres Carlos? -pregunta Roberto cuando alcanzo la barra.

– Sí, ¿cómo lo sabes?

– Porque vienes corriendo.

Es entonces cuando me doy cuenta de que he irrumpido en Gauranga como un elefante en una cacharrería. Al entrar, no he reparado en el altar donde se rinde tributo a Gauranga y Nityananda, contemporáneos de Teresa de Jesús que simbolizan a la enseñanza y al gurú. Tampoco en el colorido de los asientos acolchados, las mesas de madera, la barra esquinera con pasteles caseros. Tratando de ponerme en situación, lanzo a Roberto la primera pregunta: ¿qué significa trascendental food? “Antes de ofrecer un alimento, éste se llama bhoga. Una vez ofrecido, pasa a denominarse prasadam, esto es, un aumento de la misericordia. Imagina que tu madre y una vecina te dan un tupper cada una con el mismo plato. ¿Cuál te va a saber mejor?”. «El de mi madre», respondo. “Claro, porque está ofrecido con amor. Esa es la clave”.

El menú del día es ayurvédico, vegetariano y de origen artesano. A un precio de escándalo para la cantidad y calidad que ofrece: 7,5 euros. Un ecléctico grupo de varias generaciones entra y Roberto les recibe con amabilidad: “Hoy tenemos de entrante crema verde, luego un plato combinado de arroz cucum, ensalada de remolacha, legumbres y una cazuela de verduras. Lo único a elegir son los postres. Cada uno allá con su michelín.” Roberto vuelve a la barra y, mientras prepara los vasos para la infusión de limón que utilizan para dilatar los estómagos recién llegados, continúa desgranándome la filosofía de Gauranga. “Haciendo lo que hacemos, vamos más allá de lo cotidiano. Aquí tenemos una concepción de Dios diferente. En lugar de alguien que te cuida, es alguien a quién cuidas.”

Gauranga es un pequeño restaurante ayurvédico con una filosofía gastronómica que trasciende lo cotidiano.

En su determinación de ofrecer amor a los clientes en forma de comida, estos chicos solo cocinan productos que “estén en bondad, libres de sufrimiento, productos ecológicos que concuerdan con los principios ayurvédicos, productos de mercado del barrio”. Además, cuenta Roberto que el menú de cada día se elige en función de la temporada y de la climatología del día. “A veces, a media mañana vemos que viene una borrasca y tenemos que cambiar la receta sobre la marcha”. Por las noches, Gauranga ofrece hamburguesas vegetarianas y veganas, samosas y “bebidas frikis”, como cervezas de jengibre o infusiones especiales -no sirven alcohol- y personalizadas. “Que vienes con catarro, te damos una. Que vienes desmotivado, te damos otra. Que vienes que te quieres morir, te enseñamos dónde está el puente y saltas a tu antojo”, dice refiriéndose al viaducto que tienen al lado.

No hay que confundir a los de Gauranga con una panda de volados, nada más lejos, ellos dan la sensación de tener mucha tierra bajo los pies. “Alberto viene de Bellas Artes y yo del mundo del periodismo, la tele y la producción. Al final acabé teniendo una polarización entre una cosa y otra y terminé dejando lo primero en plena crisis y ayudando a un amigo cocinero durante seis meses. Y más tarde, vino de lo del cátering y después ocurrió Guaranga. No fue buscado.” Tras finiquitar el festín con una inigualable tarta de algarroba, me despido del equipo de este agradable templito y enfilo hacia la puerta de la calle en el estado contrario al que entré, calma absoluta. Antes de salir, miro de reojo el festivo altar de la entrada en torno a las figuras en pleno baile de Gauranga y Nityananda. Se lo deben estar pasando pipa riéndose de las prisas y el estrés urbano.

Detalles