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Ariana Díaz Celma

Uno de los espacios más míticos de Barcelona cumple años. El Flash Flash entra en los 46 sin una arruga y sin mostrar signos evidentes de envejecimiento, sino todo lo contrario. La fecha nos sirvió como recordatorio para volver a visitarlo y fue la excusa perfecta para conocer la verdadera historia de uno de los restaurantes con más solera -aunque también uno de los más vanguardistas- de Barcelona. Ahí nos enteramos de que el fotógrafo Leopoldo Pomés -socio fundador del Flash Flash junto con el arquitecto Alfonos Milà– decidió abrir una tortillería cuando por fin el médico le permitió volver a comer huevos -una de sus pasiones- tras una temporada larga de abstinencia autoimpuesta por motivos de salud.

Nació bajo las directrices de los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá con la intención de que fuera un espacio fresco, diáfano y sin lujos aparentes

El restaurante, al que muchos predecían un fracaso casi inmediato cuando abrió sus puertas en 1970, nació bajo las directrices de los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá con la intención de que fuera un espacio fresco, diáfano y sin lujos aparentes. Un lugar para todo tipo de público que ha mantenido su esencia: ahí puedes encontrar familias, universitarios que pasean sus carpetas, grupos de amigos de cháchara y parejas en plena cita. Todos los comensales se reúnen en su comedor diáfano y blanco, que tiene como única decoración las fotos de Karin, modelo y estilista, además de mujer de Pomés. Lo mejor del asunto es que el espacio resulta igual o más moderno que el primer día, a pesar de no haber sido remodelado ni una sola vez.IMG_1558

Su carta tiene también su esencia primigénia, aunque se le han añadido algunas novedades a lo largo de los años, como su sección Para Picar

Su carta tiene también su esencia primigénia, aunque se le han añadido algunas novedades a lo largo de los años, como su sección Para Picar. Nadie debería abandonar la sala sin probar su ‘Ummm de tortilla’, un montadito de tortilla que causa adicción, o sus croquetas, especial mención a la de queso Idiazábal y la de bacalao. El sándwich de roast beef es también una buena opción antes de entrar en materia: sus tortillas y hamburguesas. Salir del Flash Flash sin probar alguna de estas opciones es como ir a Lourdes y no visitar a la virgen: un sinsentido. Puedes escoger entre sus pasteles fríos de tortilla, que amontonan hasta tres variedades a modo de club sandwich, o las variadas, entre las que destacamos la panadera -con daditos de pan, queso y tomate frito-, la romana -con macarrones y queso- o la forastera -con jamón ibérico y setas-. Como no, también hay una sección dedicada a la mítica tortilla de patatas, uno de nuestros productos más exportables, así como las de verduras para los más sanos o las de pescado. Especial mención a las dulces, que llevan desde ron a naranja pasando por la de fruta escarchada con salsa de café.

Como ya hemos dicho, otro de los puntos fuertes del lugar son las hamburguesas, que llevan bastantes más décadas en la carta que el boom de este plato típico americano. Precisamente la Cecilia hace mención a una chica que estudió arquitectura en EUA años ha y que pidió la receta de su restaurante favorito al volver, presentada en tosta de pan, mayonesa y cebolla caramelizada. Increíble también es la Flash, con alcaparras incorporadas y servida al plato. Recomendamos echar un vistazo a la sección de platos del día, qua cambian a diario al antojo del chef y llevan años alimentando a fieles que van al Flash Flash. Algunos de los postres tienen tanta solera como el local, o como mínimo eso cuentan de la tarta de queso que lleva el nombre de la casa, así como de la de limón recubierta de merengue.

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Comer, cenar o merendar -recordemos que es uno de los primeros lugares de Barcelona que se lanzó a ese concepto de ‘cocina ininterrumpida’-, te costará alrededor de 20 euros.

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Fotos © Cecilia Díaz Betz

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