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Bru Romero

Hay restaurantes y restaurantes. Locales con una solera a los que es muy difícil enfrentarse sin quitarse antes el sombrero por simple respeto o tradición. Sin duda, El Corral de la Morería es uno de ellos. Flamenco y gastronomía de pura cepa unidos por el amor al arte, punto de encuentro de lo más granado de la cultura, la política y la nobleza nacional e internacional y con un restaurante a la altura de lo que se espera. ¿Te apuntas?

Por allí pasaron, disfrutaron, se alimentaron (y bebieron) grandes estrellas de Hollywood como Ava Gardner y Frank Sinatra… y aquella famosa bofetada

Dicen de él que es “el tablao flamenco más famoso del mundo” y es que razones no le faltan. Pocos pueden decir que llevan más de 60 años ofreciendo espectáculos y cenas a la moda de aquellos cafés cantantes de nuestros abuelos y tatarabuelos y contando con un plantel de cantantes, bailaores y bailaoras y demás artistas de los buenos, los mejores.

Un Corral de la Morería de cuya cocina se encarga David García, uno de los alumnos más aventajados de Martín Berasategui, que recoge el testigo de compañeros como Salvador Brugués, José Luís Estevan o Jordi Puigvert para encargarse tanto de las cuatro mesas del restaurante Corral de la Morería como el gran comedor con escenario del Restaurante Tablao.

Una propuesta gastronómica ya sea en su formato carta o menú degustación donde los pescados son su materia prima estrella y las carnes le siguen a la zaga. De este modo, platos como su carpaccio de vieira con tartar de tomates, dátiles y ajoblanco de coco; tomatito asado relleno de chipirón con risotto de tinta de calamar y queso Idiazábal; raviolis de verduras con bogavante, germinados y mini vegetales; yema de huevo de corral a 63º sobre ropa vieja, crema de zanahoria y su caldo de cocido madrileño; lubina salvaje con cebolleta guisada e ibéricos ahumados tostados con emulsión de pomelo y alcaparras fritas; solomillo de ternera asado , lascas de cebolletas glaseadas con tomate y estragón; arroz con bogavante; torrija caramelizada en leche fresca con helado de plátano o sus recuerdos de la infancia (o lo que es lo mismo, leche con galletas y chocolate) nos acompañan en amenas veladas mientras que los artistas sobre el escenario se encargan de que las noches se conviertan en imborrables con uno solo de sus taconeos, con las primeras notas de cualquiera de sus cantes o con el punteo de sus guitarras. Tradición, magia, gastronomía y puro arte.

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