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Bru Romero

Es normal que con tanto restaurante como existe en Madrid, cada día nos apetezca más toparnos con aquellos locales que lejos están del mundanal ruido, lo suficientemente alejados como para que su descubrimiento suponga una particular aventura que solo queramos compartir con unos pocos. Es lo que nos pasa con Charlie Champagne, una neotaberna a la sombra de cualquier mirada mainstream, solo apta para paladares educados, atrevidos y que quieren pasárselo bien.

Situada a escasos minutos de la salida de metro de La Latina y con el chef Carlos Durán (capitán de la Selección Española de Cocina) como dueño y señor de este pequeño cortijo que tiene tanto que decir, Charlie Champagne se abre ante nosotros como un camino a media luz entre mesas dispuestas como pequeños sets de ejecución gastronómica donde tan importante es el continente como el contenido.

Propuesta muy personal y diferente la del chef Carlos Durán que sabe aunar con maestría la alta cocina con el espíritu canalla de una neotaberna

Un local de ladrillo que visto (que ya sé yo que os gusta un ladrillo al aire), con servicio más que eficiente y donde la selección de champanes de Durán (Duval Lero Gran Vintage, Ghmumm de Cramant, Perrier Jouvet, Femme Vintage 2000…), nos hacen entender el nombre propio del lugar, convirtiéndose en el mejor acompañante de tapas y raciones más que brillantes.

Una carta que no deja impasible y más por lo novedosa, si la comparamos con la mayoría de restaurantes por los que no podemos dejar caer que no hacen otra cosa que copiarse unos a otros, sus platos estrella. Por ello, recibimos con verdadera alegría platos como sus ostras al natural con granizado de champagne y pico de gallo; fricasse de alcachofas en salsa verde de Aove, guisantes y trufa; foie frío asado en remolacha, migas de piñones escarchados y tomate picante; ceviche de pulpo en fondo marino con ensalada de algas wakame; dim sum de rabo de toro estofado al vino tinto con yema curada y trufada; vieiras rustidas, ensalada de verduritas de la huerta, jugo de triguero y espuma de mahonesa caliente; arroz con pato, cerveza negra y naranja; bacalao negro a la miel, salteado de puck-choi, anacardos y esféricos de patata y ali-oli de ajo negro y ajo asado; pies de cerdo confitado deshuesados y garbanzos con pimentón de la Vera, papel de patatas y guindilla; boullabesa de salmonetes de roca, erizo de mar y salicornia o unos buñuelos de plátano con helado de arroz con leche y canela que con solo recordarlos provocan que la saliva corra sin consuelo por nuestro paladar.

Un Charlie Champagne que merece que nos quitemos el sombre y que responde a ese grupo de restaurantes que salen a nuestro rescate si cansado estás de creer ver siempre lo mismo entre las opciones a pedir al camarero. Propuestas, que en los dominios del chef Durán, no solo reparten sopas con ondas a quien ose a aleccionar sobre originalidad y novedad sino que nos hacen volver a creer en la gastronomía que ilusiona a cada bocado. Y eso, es verdadera fantasía.

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