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Carme Ruscalleda cumplirá en primavera su primer año capitaneando los fogones de Mandarin Oriental. La diversa y jugosa oferta gastronómica del hotel situado en Paseo de Gracia siempre ha superado no sólo nuestras expectativas sino también nuestra imaginación, y en esta ocasión no podía ser menos. Nos moríamos de ganas de probar Blanc (antiguo BistrEau), alojado en el centro neurálgico del Mandarin, y que revivía con la entrada de Ruscalleda el pasado mes de mayo.

La oferta gastronómica del Mandarin Oriental siempre supera no sólo las expectativas sino también la imaginación

Para Blanc, situado en el amplio salón principal -diáfano, confortable y luminoso como su nombre sugiere-, la chef originaria de Sant Pol de Mar ha confeccionado una carta basada en la cocina de mercado, con producto local y de temporada e influencias asiáticas que se traduce en una selección de platos tipo brunch así como varios menús degustación (entre los 35€ mediodía y 50€ noche) que van cambiando con las estaciones. Elaboraciones simples, frescas y naturales colman una carta impregnada de su sensibilidad culinaria y cuyas claves indispensables son tradición, calidad e innovación.

Probamos el menú de mediodía, que permite escoger entre tres primeros y tres principales. De entre los entrantes y para combatir el frío nada como una sopa de invierno, elaborada a base de cebolla con huevo poché, pan crujiente y jamón. Un plato extremadamente reconfortante, que se termina de emplatar en la mesa. Para saciar la curiosidad nos dejamos llevar por los colores vibrantes de la Coca de anguila del Delta del Ebro, con fresón, nabo daikon y shiso. Un plato tan lleno de matices que es difícil de olvidar y que pone totalmente de manifiesto la esencia de Blanc. Una cocina que reivindica los orígenes de Ruscalleda y la gastronomía popular catalana, reinventada con aires asiáticos, o quien sabe si tokiotas -capital donde dirige otro restaurante reconocido también con dos estrellas Michelin de las 7 que suma la chef-. Dos gastronomías que de la mano de Ruscalleda dialogan con total armonía y sutilidad.

Las gastronomías catalana y asiática dialogan con armonía y sutilidad de la mano de Ruscalleda

Siguiendo en esta línea no podíamos irnos sin degustar los canelones ‘Barcelonina’, elaborados con tres carnes -de pollo, de cerdo y de ternera- y regados de una cremosa bechamel. Un plato tan sencillo e insignia de la herencia familiar de Ruscalleda. Cerramos con un arroz ibérico con verduritas, un plato contundente repleto de sabores y muy equilibrado. Definitivamente un imprescindible. El broche final lo ponen el maridaje de vinos y cavas y un concepto del que nos quedamos absolutamente prendadas: el carro de postres. Mousse de mango y coco, tarta de frutos rojos, tarta de chocolate con fruta de la pasión, éclairs de chocolate y té verde, chocolates y trufas… Una auténtica encrucijada para cerrar la comida.

 

Photo © Cecilia Díaz Betz

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