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Raquel Bueno

Dicen que en las altas cocinas, para examinar el talento de un nuevo cocinero se le hace una única prueba: cocinar una tortilla y un huevo frito perfectos. En una cafetería de alto nivel se podría realizar un examen similar: preparar un flat white perfecto. Y así andamos, como pollos sin cabeza cruzando la ciudad de café en café, en búsqueda de ese elixir rebosante de cafeína que nos haga sentir un poco más que los anteriores. Algo que, sin duda, la Cafeteria Industrial ya ha conseguido. F: Todas las imágenes por cortesía de Cafeteria Industrial

Cuando entras en la Cafeteria Industrial estás hablando con quien ha tostado el café, está cocinando, ha hecho los pasteles y lo ha diseñado todo. Una experiencia sensorial e intelectual única

El trabajo de Miquel Coulibaly siempre ha sido en gran medida experimental. Lo conocimos en Señor Brown, donde creó una composición única de chocolate líquido en una chocolatería experimental al más puro estilo Willy Wonka que lo puso en boca de todos en esta pequeña ciudad a la que llamamos Barcelona. Su idea, según postulaba, “era crear un producto que causara adicción, la mejor bebida de chocolate que existiera en el mundo”. 

Pero Miquel, trabajando, se aburre rápido. De hecho, sería incapaz de levantarse por las mañanas si no pudiera improvisar y generar material nuevo. Por eso, cuando surgió la oportunidad de abrir un nuevo local en Poblenou, decidió junto a su mujer y socia que crearían una cafetería –o más bien una granja– pero que debían hacer algo más que servir croissants y preparar cuatro cafés. 

La gastronomía y la repostería eran el fuerte de Miquel, que se ha formado en todas las ramas posibles de la restauración con una impresionante capacidad autodidacta, pero el café no lo era. Sin embargo, él y su mujer habían creado la cafetería de arriba abajo –la reforma, el interiorismo, la imagen gráfica–, y él allí se encarga de prácticamente todo con excepción del pan. Perder el control del café era algo por lo que no quería pasar. Así que empezó a tostar, desde cero. 

Cuando entras en la Cafeteria Industrial estás hablando con quien ha tostado el café, con quien está cocinando, ha hecho los pasteles y lo ha diseñado todo. Este hecho convierte la experiencia en algo radicalmente diferente, que dentro de la pretenciosidad de este nuevo oficio resulta casi refrescante. Lo interesante de su propuesta es que es tan fuerte a nivel gastronómico como cafetero, y no es lo habitual. 

En su repostería –para mí, su especialidad– ofrece recetas propias que parten de la creatividad y de la inspiración asiática. Mezcladas, como no podía ser de otra forma, con un nivel de improvisación bastante alto. El espacio, por otro lado, surge de una cierta fascinación por el mobiliario de los 80, y constituye una estética arriesgada que parece ajena a la Ciudad Condal, pero que ha acabado por encajar como un guante. Dentro, se hace la magia. 

Paralelamente a la Cafetería acaban de abrir un nuevo espacio: Bocadillos Hanamura. Un take away de bocadillos y bento boxes, a su manera. “La idea es que te encuentres un pan fresco, tipo brioche, y trabajar mucho a nivel organoléptico, con el sabor”, cuenta Miquel. Su sello distintivo ya es garantía inicial de éxito; y los ingredientes, además, cambiarán cada semana pensando siempre en aquellas personas que buscan la calidad a un precio asequible. Poblenou se ha convertido en su pequeño escenario creativo, de una exigencia altísima, que actúa como escaparate de su trabajo y ofrece al público una experiencia sensorial e intelectual única. La única forma de entenderla es atravesando su puerta. 

Detalles




  • Dirección: Carrer de Pallars, 154, 08005 Barcelona
  • Horario: De lunes a viernes de 9:00h a 17:00h. Sábados de 10:00h a 17:00h. Domingo cerrado
  • Teléfono: 930 27 71 49
  • Tipo: Bar-cafetería
  • Web: https://www.instagram.com/cafeteriaindustrial/