En la calle Corredera Baja de San Pablo, casi esquina con calle Pez, se encuentra el Bar Galleta, un café-restaurante sofisticado sin ser pretencioso, de decoración cálida y cómoda, con una cocina ecléctica e internacional donde destaca el ingrediente que da nombre al lugar. ¿Por qué la galleta como símbolo? ¿Reivindicación nostálgica, estrategia de marketing o ninguna de la anteriores?

El artífice del Bar Galleta se llama Carlos Moreno Fontaneda. Aparece con sus dos perros, Cocó y Pipa, y nos sentamos cerca de la barra. Rompo el hielo con la primera pregunta:

– ¿Lo del nombre es una broma por tu apellido, ¿no? Te lo decían en el colegio o…
– No, mi abuelo era el fundador de las María Fontaneda -responde él.

Después de unos segundos de desconcierto y comprobar que Carlos no bromea, que la elección del nombre no es una revindicación nostálgica, ni una estrategia de marketing, sino un homenaje familiar, viramos la conversación hacia el origen del proyecto. «Yo trabajaba en una multinacional americana en Ginebra, pero siempre había tenido la inquietud de montar restaurantes. Un día dejé mi puesto y me fui a dar la vuelta al mundo en busca de inspiración». Tras empaparse de ideas en Nueva York, Balí o Londres, Carlos volvió a su piso de Malasaña con el objetivo claro de montar su propio negocio. «Y así, cada vez que sacaba a pasear a mis perros por el barrio, me ponía a buscar local y a hacer estudio de mercado».

Aquí se estila la cocina internacional, la decoración cálida, el ambiente relajado y la veneración a la galleta

La chef, Itxaso Elosegui, es otra viajera experimentada: «Lo bueno de eso es que vas creando una biblioteca de sabores y después puedes mezclar los tradicionales con otros más fuertes, picantes o exóticos que has descubierto fuera». La carta tiene vocación claramente internacional pero en ella también se pueden encontrar croquetas o un timbal de chipirones. Cuando me he olvidado de la omnipresencia de la galleta, aparece en la mesa una cesta metálica con aspecto de pequeña freidora que contiene unas flautas de pollo rebozadas. Es en ese momento cuando mis papilas gustativas mandan la orden al cerebro de incluir una cuarta respuesta a la primera pregunta que me formulé sobre el nombre del bar. Las flautas de pollo están rebozadas en polvo de galleta María Fontaneda y lo de la galleta no es sólo un homenaje familiar, es pura devoción y una receta acertadísima.

Carlos sigue sin inmutarse cuando me sorprendo porque el invento del rebozado funcione tan bien y prosigue su explicación sobre la carta. «Cuando salgo a comer fuera, me gusta pedir para compartir, así que muchos platos están pensados para ello.» Además, la cocina no cierra por la tarde, lo que ha dado lugar a sus ‘meriencenas’, idóneas para aquellos que gusten de comer a deshoras (16.30-20:30). «Ah, y aceptamos perros por el día», añade Carlos ante la atenta mirada de Cocó y Pipa. Itxaso toma el turno para contar cuáles son los platos más populares: «Además de las croquetas y el timbal de chipirones, salen mucho el lomo de buey con salsa huancaína, el tartar de atún, las berenjenas rebozadas en galleta o la hamburguesa de la casa». Y lo deben de estar haciendo muy bien porque tienen lleno todos los días: en el rato que dura mi visita, soy testigo de unas cuantas llamadas para reservar que se quedan con su gozo en un pozo porque para el fin de semana están ya repletos.

Después de las flautas y el tartar, traen su postre emblemático: la tarta de mamá. Antes de probarlo, pregunto a Carlos qué lleva. Él no da crédito a la pregunta. Yo no entiendo por qué es tan obvia la respuesta.
– Chocolate con galletas -contesta.
– ¿Qué tipo de galleta? -pregunto yo.
En los segundos que preceden a su respuesta, Carlos intenta averiguar si le estoy tomando el pelo o es que no retengo. Pruebo la primera cucharada de tarta e, ipso facto, comienza a sonar en mi cabeza la sintonía del anuncio.

«Qué buenas son las María Fontaneda».