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Bru Romero

Galicia siempre ha aportado a la gastronomía española suculentas y recurrentes opciones (más allá de sus impresionantes mariscos) que no han hecho otra cosa que dificultar nuestra elección. ¿Serías capaz de elegir entre una empanada y un plato de zorza o un caldo gallego y un pulpo á feira o un lacón con grelos  frente a un churrasco regado con rico vino de la Ribeira Sacra? Nosotros, no. Y para prueba, un detenido paseo por Atrapallada, la embajada culinaria gallega en Madrid. ¿Te apuntas?

Mucho más que una marisquería donde el producto habla y nosotros, obedientes, masticamos

Situado más allá de las lindes de Atocha, en la zona conocida como Palos de la Frontera, descubrimos un local con una presencia de años en el barrio pero que ha ido evolucionando sin perder su encanto. Un restaurante que aúna cerámica y madera como punto de partida de un marco que manteniendo un espacio continuo celebra la luz como un ingrediente más.

Autenticidad y sabores actualizados que campean más que orgullosos en una cocina de donde van saliendo croquetas caseras de carabineros o queso de tetilla, patitas de pulpo de roca a la parrilla con miel de membrillo, anchoas de Santoña, almejas a la sartén, pote gallego, garbanzos de pico pardal, chuletón de vaca vieja (1200 gr), bocaditos de merluza, percebes o sapito al horno con su refrito de ajos y una filloa de crema o arroz con leche con costra, dejándonos más que satisfechos y entregados a la causa.

Galicia calidade, ¿qué más podríamos necesitar?

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