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Bru Romero

Si tuviéramos que elegir una palabra, de todas las que hay en el diccionario, que tuviera que definir la primera sensación que se respira al cruzar las puertas del restaurante Alabaster, ésta sería sofisticación. Y es que desde la decoración del local a la oferta gastronómica, pasando por el servicio, la exquisitez y carácter refinado del lugar son la mejor carta de presentación de este negocio tras el que encontramos a la familia García, gallegos con experiencia (y éxito) en temas de restauración.

Tendría que remontarme a 2006 para entender el porqué de Alabaster y es que fue en esa fecha cuando se inauguraba en A Coruña un proyecto que, al nombre de Alborada, celebraba las virtudes de un recetario gallego extenso, recurrente y formado por más de un ‘greatest hit’ con el que seducir no solo a estómago, sino a boca y corazón. Un restaurante donde la vanguardia no estaba reñida con técnicas de toda la vida y donde el carácter premium de los ingredientes y un nivel impecable durante años, les hicieron valedores de una estrella Michelin en 2011, para mayor gloria y empaque de su chef Luís Veira. Ya en 2014 y tras la apertura de varios negocios en Galicia, el sueño de abrir una extensión en Madrid que trasladara el sentir de Alborada, se materializaba en el número 9 de la calle Montalbán al son de Alabaster, el nuevo establecimiento.

Calidad en el producto, sencillez en la técnica a ejecutar en cocina y camareros en sala que no permiten que el más mínimo detalle se les escape son las claves para que Alabaster sea un total win

Un local donde se peregrina con las mismas ganas que un caminante quiere llegar a Santiago y besar al Apóstol y que en la primera visita ya inocula unas ganas irrefrenables de volver cada cierto tiempo, para conocer qué hay de nuevo entre los fogones del chef Diego Bello. Una experiencia que apostando por una “informalidad meets formalidad” plantea el negocio no solo como un restaurante al uso, sino también como un punto de encuentro más frugal en torno a una barra con mesas altas.

Croquetas de cigala, zamburiñas fritas con mahonesa de soja, gambón en tartar con pan de gambas, arroz cremoso de cerezas y anguila, guisantes estofados con cocochas de merluza y setas, merluza de pincho al vapor con pil-pil de lima limón y espinacas asadas, mollejas glaseadas con trinchat de patata, vaca vieja en steak tartar especiado al gusto y galo celta estofado con cebolleta asada son solo un simple ejemplo de lo mucho que puedes disfrutar (y salivar). Reservar será la manera más eficaz de comprobar in situ que la magia gallega no es solo cosa de meigas.

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